Sadismo

Tengo miedo. No lo entiendo, no fue culpa mía. Ella decidió suicidarse, yo no tuve nada que ver y nadie puede acusarme de insensible por lo que sucedió. Esta nota, probablemente lo último que escriba, espero que sea suficiente para demostrar que no fue mi culpa. 

Pasó luego de nuestra última pelea, aunque ya ni siquiera recuerde de que se trató. Ella estaba enfurecida y yo sabía que no tenía que abrir la boca. El error fue mío, sin duda, pero su reacción fue totalmente desmedida. Típico de ella, sobresaltarse de más para compensar mi falta de interés en nuestra relación. Como si eso fuese a cambiar algo de las miles de cosas que me pasan por la cabeza cada día. Salí del departamento lo más rápido que pude, estaba furioso. Pero no una furia debido a la situación, furioso porque volvíamos a discutir, porque volvíamos a esa situación de impotencia en la que yo no puedo meter bocado y ella explota descontroladamente hasta que yo pido perdón y ambos nos callamos. Todo parecía bastante normal, nada fuera de las ordinarias discusiones que teníamos. 

Salí a la calle y crucé Juan B Justo hecho un rayo, tenía que salir de ahí lo más rápido posible para evitar explotar yo también y que todo terminara en desastre. Fui al bar de Tomi, él siempre sabía qué darme para contenerme un rato y poder volver y dialogar como dos humanos relativamente civilizados. Dos medidas de Whiskey y una de Coca Cola harían el trabajo. No me molestaba la hora, era relativamente tarde como para tomar un trago y bajar los pensamientos que se atolondraban en mi garganta. Cuando se dieron finalmente las 11 de la mañana decidí volver a casa. Sabía que tenía que decir, sabía que tenía que hacer, pero no sabía si iba a poder cumplir con ese deber. Cortar la relación era lo más adecuado para ambos. Semanas, meses, años de discusiones imparables tenían que acabar en algún momento. 

Salí del bar de Tomi decidido a hablar con María, pero necesitaba juntar las fuerzas y las palabras necesarias para no sonar como ella se imaginaría que sonaría si le cortase. Si le dijese exactamente lo que ella piensa, entonces María tendría razón y no podía vivir sabiendo que la última conversación que tuve con ella fue efectivamente diciéndole que había ganado todas y cada una de las discusiones anteriores. Sabía que decir, sabía como decirlo y sabía que iba a decirlo. Entré en el edificio y respiré hondo 3 veces decidido a ganar la última discusión de mi vida con María. Pero lo que vi cuando entré en el departamento, gritaba a los cuatro vientos que no iba a ganar nada nunca más. 

La imagen de María tirada en el piso con sus dos muñecas cortadas me petrificó. La sangre seguía saliendo de sus venas de a litros. Parecía una escena escrita por Szifron con entre caníbales de fondo. Quedé helado y grité. Pero lo que realmente me sorprendió era el sorprendente parecido con el cuadro favorito de María. Un Rothko que a mí nunca me había terminado de convencer, pero a ella le obsesionaba por como el negro se tragaba el rojo constantemente. 

Aparté la vista de la escena por un segundo y encontré una nota que decía exactamente lo que me temía. "Esto es por vos" escrito de forma temblorosa y claramente con miedo. Salí corriendo y me choqué con todo. ¿Realmente había sido mi culpa?, claramente reaccioné mal luego de ver el cuerpo, pero no lo convierte en mi responsabilidad. 

Años más tarde y aquí me encuentro, escribiendo esto en un pedazo de papel que pude robarle al guardia de mi celda. Por supuesto, ahora cumplo la condena que María había planeado para mí, pero estoy seguro de que la realidad es mejor de lo que ella había imaginado. La culpa, el remordimiento y el enojo con ella me llevaron hacia la locura y ahora voy a vengarme de ella. No va a salirse con la suya y yo voy a terminar ganando la última discusión, la más importante. Quien ríe último, ríe mejor dicen y yo planeo reírme mucho. No pienso cumplir la condena y mucho menos darle a esa sádica la satisfacción. Mi plan de acción será el siguiente: voy a terminar de escribir esta preciosa carta, la voy a firmar, con la camisa de fuerza voy a apretar mis pulmones hasta no poder respirar y finalmente voy a cantar mi tan ansiada victoria. Gané, por fin gané. Mientras mis ojos se apagaban por culpa de la respiración cortada, su vestido fue lo último que vi, el momento exacto en que el rojo se disolvía en el negro. 

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