Guerra campal
Recuerdo el campo de mis padres todo el tiempo. Un terreno no demasiado grande, pero con un encanto muy particular. Vacas, caballos y cultivos como ingredientes de una de mis recetas favoritas. Cuantas horas habré pasado laburando de sol a sol cosechando la soja que después se cargaban en las camionetas. No me molestaba para nada. En realidad, todo lo contrario, disfrutaba cada segundo de esa dura tarea que me lastimaba la espalda y me llenaba la cabeza de lo que en un futuro se volverían recuerdos. Todos esos recuerdos, esas situaciones tan placenteras. Quien hubiese dicho que se transformarían en bacterias dentro de mi cerebro que ahora solo quiero eliminar. Qué idiota fui. Cómo no me di cuenta. Sin embargo, nada de eso importa ahora. Lo hecho, hecho está y eso es lo que me lleva a escribir esta carta. Me propongo reconstruir lo mejor posible lo que ocurrió para que nada quede en el mundo abstracto de la duda. Odiaría perjudicar a quienes no se lo merezcan (porque si algui...